El Pedrusco

La historia de nuestro nombre
“el pedrusco de Aldealcorvo”:


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Nuestro padre nacíó en esta pequeña aldea de la localidad de Segovia. A las afueras de este pequeño pueblo en la falda del monte sobre sale una piedra de unos 15 metros de altura, en el pueblo la llaman “el picozo” nuestro padre la llamo “el pedrusco” para él era algo especial, lo hizo especial para nosotros, lo convirtió en un amuleto gigante al que nos llevaba todos los veranos a intentar escalarlo o simplemente a merendar a su lado o dar unas patadas a un balón.
Para nosotros representa la historia de una vida entera, amor, fuerza, constancia, un icono que le da nombre a nuestro día a día.
El pedrusco de Aldealcorvo.

Nuestra carta

Información y contacto

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Horario

Comidas: Martes a Sabados 
Cenas: Viernes y Sábados 

Dirección

C/ Juan de Austria 27
Madrid

Nuestra cocina

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El horno de leña

Horno de leña centenario, construido a base de adobes de barro y paja. Fue derruido en la panaderia de Aldealcorvo y  vuelto a construir aqui, en el Pedrusco. Decímos que es centenario por que desde su origen ya contaba con mas de 100 años. Solo asamos con leña de encina y los únicos ingredientes, agua y sal. Corderos de raza chura, lechales todos ellos al igual que los cochinillos. Su origen, Segovia.

Gonza de Pedro, nuestro chef

Desde pequeño veía a mi madre y mi abuela cocinar, tengo aún grabados olores… con mi padre, mi abuelo y mi hermano al campo a coger setas, espárragos, tomillo, luego en casa lo preparaban, era muy curioso todo el proceso y a diario veía a mi madre trabajar en cocina, me alucinaba ver la cantidad de guisos que hacía a diario. Cuando termine mis estudios lo tenía claro, quería meterme en la cocina con mi madre, pude estudiar cocina y tuve la fortuna de trabajar con Mario Sandoval y sus hermanos, de ellos aprendí la elegancia de la cocina que me gustaba hacer y cuando llegue al pedrusco necesitaba cambiarlo todo, brotaban por segundos ideas en mi cabeza y me puse manos a la obra hasta el día de hoy. La cocina es diversión, pasión, disfrute y una forma de vida la cual se la debo a mi madre.

Nuestra historía

Alta cocina tradicional, vanguardia y horno de leña centenario.

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Todo empezó en un mesón típico de la época, situado en el barrio de cuatro caminos. Faustino y Primitiva, nuestros abuelos, servían vino y comidas, mi padre y su hermano trabajaban allí con ellos, años más tarde allá por los 70’ mi padre ya junto con mi madre tomaron la decisión de emprender su camino con su propia taberna” el pedrusquito” En el castizo barrio de Chamberí, raciones del Madrid antiguo y vinos de pellejo componían su carta, su continuo trabajo y esfuerzo dieron pie a montar “el pedrusco de Aldealcorvo “ en 1984.
La ilusión de nuestro padre y el amor por su tierra y sus raíces era montan un asador segoviano en Madrid y por ello desmonto el horno de la panadería de su pueblo, un horno con más de 100 años de antigüedad para montarlo en el pedrusco “es el corazón de nuestro restaurante”.
Mi madre en la cocina, la cocina que aprendió de nuestra abuela y mi padre en sala, hacían el equipo perfecto.
Nosotros hemos crecido entre fogones, entre las risas y abrazos de los clientes y las innumerables personas que han pasado por los salones, sin darnos cuenta con 16 años ya estábamos trabajando de lleno con nuestros padres.
Hemos aprendido de ellos lo bonito de la hostelería, hacer sentir al cliente como en casa.

Yo, Gonzalo, que estoy escribiendo estas líneas me dediqué a la cocina, aprendí las bonitas recetas de mi madre y mi abuela y a no tocar ni un gramo de sal para que perduren en los años. La inquietud por aprender más, me llevo más lejos y tuve la suerte de conocer a Mario Sandoval y aprender de él, trabajando en “coque” la elegancia de su cocina.
Para mí fue la combinación perfecta “Tradición y vanguardia” .
Mi hermano se dedicó a la enología de forma autodidacta, montó su propia tienda y el día a día le llevo a conocer a Natalio del Moral con el que completo su formación. Vinos clásicos y vinos de tendencia configuran la carta que mi hermano a compuesto para maridar a la perfección mi cocina.
Los dos hemos aprendido de mi padre el oficio de asar sin la necesidad de un termómetro, escuchar al horno, sus rugidos, su fuerza, su calma y esperar a que el nos diga cuando meter el asado.
A día de hoy continuamos aprendiendo, continuamos mejorando, continuamos transmitiendo nuestra pasión por este oficio en cada plato, cada botella que descorchamos y haciendo sentir a nuestra clientela parte de nuestra familia.

Carta

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